martes, mayo 14, 2024
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Haití: una realidad caótica y 10 opciones realistas Fernando I. Ferrán, PhD

Haití es mucho más que los titulares que recibe en editoriales, noticias y artículos
y ensayos de opinión. Es eso y mucho más.
De modo que, en ese contexto y dependiendo de lo mismo que leemos y oímos
decir, trato de recapitular cuál es la realidad de Haití y algunas opciones factibles,
no ideales, de superar esa situación.
A. La realidad a la vista de todos
El titular del editorial del Washington Post del 1o de noviembre del año en curso
es el que mejor significa la realidad de Haití en el presente: “Haití se hunde en el
caos, pero el mundo sigue mirando hacia otro lado”.
Más que pesquisar en esta ocasión el por qué de ese descenso dantesco al infierno,
me limito por el momento a responder quién(es) -si acaso- puede(n) hacer qué
en favor del pueblo haitiano. Pero no sin antes ponerle una baderilla a dicho
titular: hay países como la República Dominicana, Panamá y Costa Rica, por solo
citar algunos limítrofes en el Gran Caribe, que no miran “hacia otro lado”.
B. Opciones realistas

  1. Control del territorio. El asesinato de Jovenel Moïse ilustró crudamente la falta
    de control del Estado haitiano sobre su territorio. Para recobrarlo la `conditio sine
    qua non ́ es una de tres: neutralizar las bandas -vandálicas- que ahora mismo lo
    controlan a modo de feudos, negociar con los más conspicuos de esos líderes
    zonales, o ambas estrategias con el firme propósito de reconquistar el control de
    territorio de Haití.
  2. Liderazgo nacional. Sobrellevar la inoperancia institucional del Estado
    haitiano, debido a su infuncionalidad y falta de liderazgo en medio de una
    sociedad fraccionada por razones múltiples de su dinámica y composición social,
    implica al mismo tiempo identificar y promover de entre los pretendientes a
    quien(es) cuente(n) con más dotes de concertación y talantes de estadista.
  3. Evidencias. Dado que con ese tipo de liderazgo no necesariamente se nace, el
    mismo ha de evidenciarse al gestionar eficazmente ante todo el funcionamiento
    municipal y el nacional, encaminado al restablecimiento de los servicios públicos
    y mitigar hasta superar la crisis humanitaria en el país.
  4. Obstáculos adicionales. Los extranjeros han desempeñado un papel abusivo en
    Haití desde su independencia, razón por la que los haitianos resienten una
    desconfianza comprensible a propósito de cualquier intromisión de poderes
    hegemónicos en su país. A pesar de todo lo cual, Haití necesita apoyo
    urgentemente. De modo que, visto desde fuera del país, las opciones no son
    desplegar tropas ni quedarse expectante de brazos cruzados; y, desde la
    perspectiva haitiana del emergente liderazgo haitiano, las alternativas no deben
    ser someterse al designio del extranjero ni desangrase en medio del
    enfrentamiento entre pandillas y `autoridades ́ tildadas de tales.

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De ahí que, a nombre de Haití su liderazgo ha de solicitar la ayuda internacional;
y, correlativamente, la tradicional comunidad internacional ha de vencer sus
actuales reticencias y escepticismo respecto a la viabilidad del pueblo, la sociedad
y el Estado haitiano de ser ayudados.

  1. Respaldo internacional. Resulta fundamental que Haití gestione el apoyo
    internacional, -no solo procurando el de amigos grandes y tradicionales, sino
    acogiendo desde ya el de los pequeños y más cercanos a él. Y respaldo no solo
    para propiciar el imprescindible orden social e investigar crímenes de alto
    impacto, sino para por fin poner en marcha las reformas económicas, sociales,
    administrativas y de seguridad de las que carece desde antaño.
  2. Gobierno provisional. Los primeros pasos deben ser consolidar un gobierno
    provisional, con un apoyo y una participación genuinamente amplia e incluyente,
    e implementar medidas que aborden el clima de inversiones y la expansión del
    mercado laboral, la inseguridad ciudadana, la impunidad judicial y las
    necesidades humanitarias.
  3. La cuestión previa. En adición a la reconquista del control territorio, y puesto
    que por añadidura el país atraviesa su tercer año de recesión económica y trata de
    reordenarse luego del magnicio del pasado mes de julio y del sismo de agosto,
    sus líderes interinos y los donantes deben decidir en qué sectores y dónde
    priorizar sus esfuerzos.
  4. Modus operandi. La documentación disponible permite concluir que las
    agencias de cooperación internacional no han sido capaces de trabajar de la mano
    con los grupos locales. La ineficiencia, el derroche de recursos y la falta de
    transparencias son tres de los principales males de los que se denuncian. Como
    reverso de la medalla, tampoco ha sido más eficiente el Estado haitiano, que ni
    siquiera hizo cumplir las regulaciones antisísmicas de las construccionesni
    prevenir la corrupción en los programas de recuperación. Por eso, la decisión final
    a propósito de cómo llegar a la población y así ganar en credibilidad y legitimidad
    es la de articularse con grupos locales establecidos a nivel de territorio en
    municipios estratégicos.
  5. Pieza clave del rompe cabezas. Las relaciones entre pandillas tenidas por
    criminales y la Policía Nacional de Haití es tan sórdida como complicada. No
    importa el régimen de complicidad e inobservancia institucional y legal que
    impera en el país, la capacitación y profesionalización del cuerpo del orden es
    esencial para evitar que a corto, mediano o largo plazo haya que apelar a una
    intervención militar de mano, tan poco diestra, como dura, en su estéril esfuerzo
    de mantener la paz y el bienestar de la población haitiana.
  6. Estado de derecho. Asumiendo que el resultado final en la práctica deba ser
    un Estado de derecho funcional, y consciente de que el orden de los factores
    sociales sí altera el resultado, procede primero una nueva constitución política
    salida de una asamblea constituyente designada a ese tenor por el gobierno
    provisional con la colaboración de las fuerzas vivas de la sociedad haitiana; y,
    segundo, la celebración de los comicios que han sido pospuestos dado los desafíos
    que implica sustentar un orden provisional con un relativo apoyo y capaz de
    enfrentar eficientemente el real “caos” que lo desafía.
    En resumen, Haití requiere de liderazgo propio y de respaldo a su propio
    reordenamiento, tanto `societal ́, como estatal. Una ínfima minoría de sus

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connacionales ha podido procurar el bienestar y la felicidad gozando de
oportunidades equitativas. El Estado haitiano, la sociedad civil y, en la medida en
que se les permita la colaboración, los donantes y la comunidad extranjera tienen,
en el corto plazo una doble tarea que cumplir: gestionar de manera eficiente la
ayuda humanitaria que llega para que solvente penurias y fortalezca el liderazgo
local gracias a un auxilio y recuperación gestionada de manera eficiente; y,
concomitantemente, despejar el camino para rescatar la indispensable
credibilidad popular en los estamentos de gobierno que avale el orden
restablecido previa celebración de unas elecciones exitosas idealmente
democráticas.
El reto es ingente pero, tras más de dos siglos de existencia, la resiliencia del
pueblo haitiano está a la medida de tan titánica odisea.

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